martes, 5 de junio de 2007

NUEVAS AVENTURAS

Aún quedan travesuras por contar y también un poco recordar a mi abuelito, a quién quise mucho, bueno una aventurilla más, con Mabel y después le di la palabra, mejor dicho la letra a mi primo, Gaby, para que él contara ésta, mas que travesura, una barbaridad, pienso que el después tuvo sentimientos de culpa, pero se le pasaban, porque el problema se solucionó sin dificultades, nadie enfermó y la vida siguió igual, pero igual pienso que ahora después de muchos años tuvo su mea culpa.

Si esto hubiese llegado, más lejos, ¿qué castigo a juicio de uds. hubiese merecido?.

La respuesta escríbala en el comentario.

Cuando terminaban las vacaciones, realmente empezaban las de mi abuelita, mi abuelito no, el gozaba con sus nietos, pero de repente era guapo y ahí teníamos que andar derechitos. El era un hombre elegante, de buen vestir, llegó de Ecuador cuando tenía alrededor de 21 años, bueno y se enamoró de una chilena y cayó redondito en las redes del amor y se tuvo que quedar en la pampa, lugar que adoró hasta los últimos días y también quiso ser sepultado en su pampa querida y allí está, en su descanso final. Bueno, él era muy fino, sobre todo para comer, todo tenía que ser con carne, cuando mi abuelita viajaba a Santiago, quedaba almorzando en la nuestra y era un poco torpe con las manos, si el cortaba el choclo y si se le arrancaba se enojaba y le echaba el guapo a mi mamá, diciéndole ¡para que cortaba chueco el choclo, en el fondo no quería aceptar que era torpe con sus manos, En el norte, se acostumbra (todavía) a comer bien, sobre todo las carnes rojas, (ahora entiendo por que tengo el colesterol tan elevado por herencia), si mi mamá desayunaba un pobre (un par de huevos, un biffe y cebollita frita) ¡con razón..¡
A la hora de almuerzo se empezaba con la típica entrada, luego la cazuela con todas sus presas (la carne, papa, zapallo, choclo), luego el plato de fondo y el postre, pero no fruta porque ese no era postre.

Bueno la casa se sentía triste, en paz, silencio, ya entrábamos al colegio yo vivía en mi casa, mejor dicho, yo dormía en mi casa pero pasaba todo el día en la de mi abuelita. Los juegos estaban ya más limitados a la casa ya no salíamos tanto a la calle más bien eran caseros, recuerdo una vez que estábamos jugando Mabel y yo (mi hermano jugaba igual con nosotros) pero esa vez no estaba, era típico que nos poníamos los vestidos de mi abuelita, vestidos largos y con todo lo que llevaba para su época, una enagua, las medias agarradas con su porta ligas, el sostén, claro que ese iba sobre la ropa, un sombrero por supuesto los tacos altos (creo que de allí quedé traumada por los tacos) bueno ya habíamos elegido a que íbamos a jugar, al Andes Mar Bus, llevamos las sillas (de esas chiquitas ) y las acomodamos, nos sentamos y se veían re fomes, así es que fuimos y pusimos mas corridas de sillas, esas las sacamos del comedor bueno nos acomodamos nuevamente, hasta con guagua íbamos, pero no estábamos cómodas, faltaba el movimiento, pero el suelo era estático y ahí tuvimos la gran idea de subirnos al gallinero, este no tenía ni gallinas ni nada, pero mi abuelita hacía tiempo que le había pedido al abuelo que lo sacara, que era feo que molestaba, en fin.
Bueno ya estábamos encaramadas cuando a Mabel se le había quedado la cartera abajo y yo ya po, este bus va a partir, por fin estábamos arriba y nosotras mismas nos movíamos para que el bus tuviera movimiento, en eso, Mabel se paró y ahí quedó la grande, se le enredaron los tacos en la rejilla del gallinero y calló de cabeza al suelo, mi abuelita llegó corriendo y levanta a Mabel del suelo y sangraba como llave, ella, trataba de sacarle esa ropa pero al ver que no podía la pescó y salió corriendo al Hospital que quedaba como a una cuadra y yo atrás corriendo también y gritando abuelita puedo ir ¿puedo ir, ya chiquilla, pero no te vayas a enredar los zapatos con el vestido. A todo esto, era un espectáculo con las dos mocosas disfrazadas y una que sangraba como pileta, entramos y la Mabel gritaba como chanchito (para no ofenderla) le pusieron como 10 a 12 puntos, cuando salimos de allí nos mirábamos y nos reíamos. Cuando llegamos, mi abuelito había desarmado el famoso gallinero y estaba todo ordenadito. Hasta ahí no más llegó la historia del Andes Mar Bus.





Ahora, este es el estado en que se encuentra Vergara, solo escombros, y eso que estaba protegido por Bienes Nacionales ,pero ahora se estánrobando hasta las calaminas del cementerio. Para esta otra anécdota, le pedí autorización al que fue el protagonista de esta historia, yo no sé quién era el más ”travieso”, si Willy o Gaby (primos) porque lo que es Bogo, no mataba ni una pulga, él hacía lo que le pedían. Bueno, después de esta pequeña introducción, le entrego papel y lápiz a mi primo Gaby quien me escribe señalándome: “paso a felicitarte a ti Visnja, por ser la única en la familia, que se le ocurrió algo para la posteridad, todo bonito, inmensos recuerdos que vienen a mi memoria, mi Vergara, mi familia, mi identidad, los perros etc., y anécdotas, uff. si se supieran todas, no se que pasaría, pero ahora una de ellas es digna de contar....ahora: Todo empezó un verano cualquiera, éramos Bogo, Willy y yo, fuimos a recorrer como siempre lo hacíamos, hacia lo infinito, lo desconocido, donde la vida nos llevara, con tal que la vida nos llevó al cementerio chino. Después de hacer nuestra observación (destrozos) decidimos irnos de allí, sin antes sacar una momia, relativamente pequeña, la idea era llevarla a la casa de los abuelos, pero después de mucho sopesar (2 segundos), decidimos que no la llevábamos y como íbamos llegando a los estanques surtidores del agua fui obligado, seducido, por voces tenebrosas en mi cabeza, pero más que nada por la ciencia y eché la momia al estanque, para ver si flotaba, ¡¡No Flotó!!, se fue lentamente hundiendo, en las aguas cristalinas y como la ciencia estaba satisfecha nos fuimos, esa era la idea sin tomar en cuenta que unos metros más allá estaban ellos, siiii, los pacos de Vergara y a caballo haciendo sus rondas acostumbradas, nos faltaron patitas para correr, hasta creo que batí el record de llegar a la casa en menos que canta un gallo, de mis primos no sé, sólo se que llegaron después. A todo esto, una hora después se cortó el agua y estuvimos así durante dos días, si mal no recuerdo, se había tapado el estanque y nadie sabía con que, tuvieron que vaciarlo para limpiarlo. Sólo se que Dios ya me perdonó ya que era un pequeñín medio travieso en esos entonces, los cabros nunca abrieron la boca y yo tampoco, hasta ahora”.






Plaza de Antofagasta